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El río Palomino

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Río Palomino Guajira colombiana

No sé lo que tiene que ser vivir a orillas de un río así; levantarte bien temprano y darte un delicioso baño en sus limpias y templadas aguas; irte a hacer tus cosas y regresar más tarde a sumergirte de nuevo. Vivo en Bogotá pero estoy segura que algún día me retiraré a un lugar como éste, apartado del mundo, y sé que lo conseguiré porque es lo que deseo con todo mi corazón y los deseos siempre se cumplen.

Este río se llama Palomino y nace en la colombiana Sierra Nevada de Santa Marta, Reserva de la BiosferaPatrimonio de la Humanidad y la única en todo el mundo al lado del mar que tiene nieves perpetuas durante todo el año; desemboca en el Caribe y cuentan que lleva el nombre de un sanguinario guerrero español que se ahogó en él. Pero bueno, eso es lo que dicen.

Qué bendita sensación la de flotar en sus aguas, dejarte llevar por la corriente -suave en esta época del año- y con los ojos cerrados, como yo hice, disfrutar de los sonidos de la selva, el viento, la ropa al golpear las piedras cuando la están lavando, las risas de los niños indígenas y, sobre todo, de esa profunda y poderosa calma que emana en este lugar acariciado por la gracia divina.

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Sabiduría arhuaca

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Mujer arhuaca

La conocí en su casa a orillas del río Palomino, en plena Sierra Nevada de Santa Marta, a dos horas y media caminando desde el pueblo más cercano. Estaba acompañada de su hija y sus nietosinmaculadamente vestida como dicta la tradición arhuaca, descalza, con su hermosa cabellera color azabache y sus collares. No hablamos; sólo nos saludamos y ella desapareció. Al poco la vi sentarse en un rincón de la vivienda, todavía alumbrado por la luz del sol que se colaba por las rendijas, y me acerqué; me coloqué a su lado y permanecí en silencio mientras la veía desenredar el hilo con el que estas mujeres tejen desde niñas sus mochilas (foto de abajo). Así estuve un buen rato, admirada de su habilidad destreza, hasta que al final le pedí permiso para fotografiarla y aceptó. Y entonces, como por arte de magia, se rompió el hielo y empezamos a hablar mientras ella no dejaba de hacer rodar los carretes de hilo por sus piernas y movía sus brazos de un sitio a otro sin parar; Lo confieso, me hubiera quedado horas y horas a su lado, en su casita apartada del mundo, aprendiendo a tejer, a escuchar y a vivir en paz.

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Mochila arhuaca

Filigranas momposinas

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Filigrana momposina

¿Te gusta la palabra filigrana? A mí me encanta; es sonoraelegante y hace volar mi imaginación hasta alguna recóndita calle del antiguo Damasco donde comenzó este refinado arte que más tarde llegaría a mi querido país, España, y desde allí, surcando los mares, hasta Mompox, ese mágico  e intemporal rincón colombiano a orillas del Magdalena en el que tantas veces se inspiró García Márquez.

Siempre he sido un desastre para los trabajos manualespaciencia desgraciadamente tengo bien poca y con la edad estoy perdiendo vista así que mal fichaje sería yo para trabajar en uno de esos talleres momposinos moldeando los finísimos hilos de oro o plata hasta conseguir una pieza como la de la foto. En Mompox la filigrana se trabaja como hace cientos de años, no hay maquinaria nueva ni herramientas sofisticadas y el tintineo de los martillos sigue sonando como antañoEl oro y la plata se funden y se aplanan hasta obtener unos delgadísimos hilos del grosor de un cabello que serán enrrollados en forma de espirales y hábilmente encajados dentro de un marco hasta convertirse en delicadas lágrimas, corazonesmariposas, pescaditosflorescaracoles que harán incluso más bellas a muchas mujeres. ¿Precioso trabajo, verdad?

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Claudia, los escarabajos y Humboldt

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Claudia Alejandra Medina

Claudia, tienes que verlo; es un animal grande, de color verde, muy fuerte y creo que ciego porque se estrella contra las ventanas”. Y vaya que sí lo vio porque su padre, imaginativo y soñador donde los haya, le envió no uno sino dos ejemplares machos de estos “extraños especímenes” que no eran otra cosa que escarabajos y que llegaron sin vida a su destino después de un largo viaje encerrados sin ventilación en un minúsculo tubo de pastillas. Claudia Alejandra Medina estudiaba entonces biología en Cali y después de este encuentro que le cambiaría la vida decidió realizar sus experimentos de biofísica con estos insectos así que se plantó en la vereda del Valle del Cauca -donde su padre era maestro y los había encontrado-, y después de no sé cuántas mediciones de velocidad y aceleración llegó a conclusiones científicas tan increíbles como que estos bichitos empujan 40 veces, sí 40 veces, su propio peso. Empezó así una larga amorosa historia de ya más de 22 años entre Claudia y los escarabajos coprófagos -los que se alimentan de los excrementos de otros animales- que le ha llevado descubrir muchas especies nuevas, que han sido bautizadas con su nombre, y a convertirse en una de las mayores especialistas del mundo y en la coordinadora científica de las colecciones de la sede del Instituto Humboldt en su sede de Villa de Leyva, ubicado en un monasterio del siglo XVI de precioso claustro del que prometo escribir otro día.

¿Sabías que el 40 por ciento de las especies que existen en el planeta son escarabajos? Pues así es y ya lo dijo hace años el británico Haldane, experto en biología evolutiva: “Si Dios ha creado a todas las criaturas hay que reconocer que siente un extraordinario cariño por los escarabajos”. Capricho o no divino los escarabajos -idolatrados por los egipcios- llevan millones de años sobre la tierra y existen más de 6.000 especies de coprófagos de las que 400 habitan en Colombia, según me contó Claudia que se define como una investigadora reprogramada interesada en acercar y comunicar la ciencia, que va resolviendo este rompecabezas pedacito a pedacito y que sueña con poder clasificar todas las especies de escarabajos coprógafos y conocer mejor sus relaciones evolutivasTe deseo toda la suerte del mundo, te la mereces. Por cierto, ¿qué sabéis vosotros de escarabajos?

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La mirada al infinito de Leo Matiz

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leo matiz vallenato

Soy feliz haciendo fotos y para mí el mejor de los planes es salir por ahí con mi cámara pero después de ver la exposición del colombiano Leo Matiz en el Museo Nacional mejor me dedico a otra cosa. El sí que fue un fotógrafo con mayúsculas, de los que hacen historia, y cada uno de sus trabajos es una obra de arte.  Envidio sus maravillosas fotos, claro que sí, pero también su vida en la que recorrió el mundo entero y en la que además fue pintoractordibujantegalerista -Botero realizó su  primera muestra de pinturas en su galería de Bogotá- publicistaagricultor, criador de pollos y caballos y hasta trabajó en el cine.

Matiz nació en Aracataca en 1917, en el Magdalena, y la verdad él trabajaba de caricaturista y nunca pensó en dedicarse a la fotografía hasta que en 1937 Enrique Santos, entonces director de El Tiempo, le animó a ello, le regaló su primera cámara y lo contrató. Fue éste el punto de partida de una intensa trayectoria profesional de más de 50 años en la que captó con su cámara Rolleiflex algunos de los momentos más decisivos de la historia contemporánea, lo llevó a reunir cerca de 300.000 imágenes y lo convirtió en una de las personalidades más originales e innovadoras de la fotografía universal del siglo XX.

Cómo disfruté ayer recorriendo la muestra del Museo Nacional, con esas preciosas fotos -todas en blanco y negro- de Cartagena de Indias en los 50, los atardeceres en Taganga y los retratos de pescadores, recolectores de papa, mineros, llaneros indígenas. También me gustaron mucho sus imágenes más abstractas experimentales en forma de construcciones, tuberías, rollos de metal, tanques y fábricas, y los retratos de artistas e intelectuales como Frida KahloChagallNerudaLucho Bermúdez, Walt Disney o Buñuel.

Si estáis por Bogotá no os perdáis esta exposición que lleva el título de Leo Matiz, mirando al infinito porque alguna vez el artista confesó: “Me he salvado de los huracanes, de los volcanes nacientes, de los ríos que se salen de su curso, de los atentados. Pero yo no puedo dormir. He venido a ver el infinito”.

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La hormiga culona, manjar santandereano

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Hormigas culonas

Lo tenía más que decidido antes de viajar a Barichara pero voy y leo ayer en la prensa un informe de la FAO que asegura que muchas especies de insectos tienen tantas proteínas como la carne y que son una fuente de alimento muy nutritiva saludable con alto contenido en grasas, proteínas, vitaminas, fibra y minerales. Así que dicho y hecho: a comer hormigas culonas, reinas criollas de los insectos y bocado por excelencia del departamento colombiano de Santander donde he pasado feliz este puente, aunque supongo que para tenga sentido lo del filete y la ONU hay que comerse kilos y kilos de bichitos y no unos poquitos como hice yo.

Y ahora la pregunta del millón: ¿están ricas estas hormigas aladas Atta Laevigata? Sí, riquísimas, aunque al principio da bastante impresión llevártelas a la boca y eso que antes de cocinarlas les quitan el pico, las alas y las patas, pero aún así hay que echarle valor. ¿Y a qué saben? Algunos dicen que a maní; yo no sabría decir a qué, creo que tienen un sabor único. Crujientes son muy crujientes claro porque para prepararlas y que no se quemen las tuestan muy despacito en recipientes de barro (como el de la foto de abajo) para luego rociarlas con sal y comerlas en casa, venderlas en el mercado en paqueticos que pueden llegar a costar hasta 100.000 pesos, unos cuarenta y pico euros o exportarlas a Estados UnidosCanadá, Portugal, México Alemania donde enloquecen con estos insectos. Los santandereanos las toman desde niños, así sin más, aunque Sandra me contaba que en casa de sus abuelos las servían con maíz y panela.

Lo de culonas les viene por su enorme abdomen y ya los indígenas guanes hace más de 500 años las devoraban después de tostarlas al calor de las fogatas, las ofrecían como regalo de bodas para que los hijos nacieran fuertes y vigorosos y las usaban como cataplasmas para los dolores de cabeza y estómago. Hay quienes están convencidos de sus poderes afrodisiacos y otros las incluyen en  la dieta de sus hijos porque dicen son excelentes para la memoria.

Entre abril y mayo -época de lluvia-, la culona abandona su retiro invernal y sale de su hormiguero en las mañanas soleadas o después de una noche lluviosa para aparearse en el llamado vuelo nupcial. Y es entonces cuando, zas, hay que cazarla eso sí teniendo mucho cuidado con las obreras soldados que no se comen pero que atacan sin piedad a los intrusos con sus temibles tenazas para defender a sus reinas.

En Bogotá se consiguen en paquetes con sabores a limón y BBQ; creo que en mi próximo viaje a España me llevaré unas cuantas para tomárnoslas allí con unas cervecitas aunque no sé si tendré mucho éxito. Y tú, ¿has probado las hormigas culonas? ¿Y qué te parecen? 

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Los caminos de Lengerke

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lengerke

“Me desazona tener que romper a veces los caminos de los españoles y cortarlos con mi propio camino cuando no logro seguirlos en la misma dirección. No sé por qué pero me parece estar mutilando un ser vivo, un depósito de recuerdos de todas las gentes que los transitaron”. Ingeniero, aventurero, colonizador y terrateniente, el alemán Geo Von Lengerke llegó a Colombia hacia 1852 huyendo de la justicia que lo buscaba por haber matado a un tipo en un duelo. Se instaló en el entonces Estado Soberano de Santander donde se dedicó a la explotación y comercio de la quina, la colonización de tierras y al trazado de puentes y caminos, obsesionado por doblegar esa “soberbia topografía”. Pero es que además abrió en Bucaramanga bazares a modo de misceláneas donde se vendían machetes, porcelanas chinas, sillas inglesas para montar, licores pólvora, jabones, paté, salón, quesos, especias y hasta reproducciones de obras de arte.

Yo no había oído hablar del tal Lengerke en mi vida hasta que el otro día Juanita lo nombró mientras recorríamos el camino que mandó construir entre Barichara y Cabrera, muy bien conservado por cierto y donde me tomé la foto de arriba. A la vuelta a casa me he puesto a investigar y vaya, vaya con este alemán bipolar y bebedor compulsivo, amante de la lectura y del piano, al que le gustaban tanto, tanto las mujeres que llegó a tener hasta 500 hijos naturales. En su Hacienda Montebello, en el municipio de Betulia, vivió como un auténtico señor feudal, rodeado de lujos y excentricidades como la moneda propia que mandó acuñar para las transacciones internas y un cañón que se trajo desde Europa y que disparaba cada vez que se cantaba el himno. Toda una vida de película que inspiró la novela de Gómez Valderrama “La otra raya del tigre” y que tengo ya anotada para próxima lectura.

En 1863 Lengerke firmó el contrato para la apertura del camino desde Zapatoca hasta el puerto fluvial de Barranca que incluyó la apertura de un puente sobre el río Suárez que llevó su nombre, inaugurado en 1872, funcionó hasta 1946 y que permitió la fácil comunicación entre Guane y Zapatoca. Su sueño fue comunicar Santander con el río Magdalenael mar y, desde allí, con el resto del mundo pero no lo consiguió lo que, unido al declive de la quina, le hizo perder toda su fortuna y morir en la auténtica ruinaLo que son las cosas.

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Erwin Kraus y los nevados de Colombia

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Erwin Krauss

“Siempre que hacía cumbre, mi padre se fumaba un Piel Roja”. Y ahí está, en la foto. A su hijo lo conocí el fin de semana pasado en Barichara; a Erwin Krauss le sigo la pista desde que llegué aColombia porque, como él, soy una apasionada de la montaña y la fotografía. Para estecolombiano de padres alemanes subir una montaña no era “un deporte como tal sino una filosofía, uno encuentra un reto en la montaña, pero no es ella la que lo plantea sino que el reto está dentro de uno mismo. Uno trata de escalarla y de verla, de sentirla e intenta compaginarse con ese tipo del globo terráqueo y tiene acceso a cosas que los demás mortales no ven porque no van. ¿Que se trata de una relación espiritual? ¡Indudablemente!”.

De padres alemanesErwin Kraus nació en Bogotá en 1911. De adolescente pasó varios años en Suiza y Alemania donde aprendió a escalar montañaspintar y a trabajar con piedras y metales preciosos, siguiendo una tradición familiar de joyeros orfebres. A su vuelta a Colombia comenzó una afición que lo llevaría a convertirse en pionero del montañismo colombiano y a dedicarse en sus vacaciones, como dijo alguna vez, a escalar los nevados del país en vez de irse a Cartagena de Indias.

En 1937, en Sumapaz, fue el primero en hacer cumbre en un cerro de 4.400 metros llamado El Nevado; al año siguiente, junto con Anton Lampel, subió los 5.160 metros del Pan de Azúcar, en el Nevado del Cocuy; en el 39 coronó los 5.775 del pico Simón Bolívar, en la Sierra Nevada de Santa Marta, en compañía de Guido Pichler y Enrico Praolini, y en 1942 volvió al Cocuy para conquistar, antes que nadie, el Ritacuba Negro, junto a Heriberto Hublitz. En el 43 ascendió a los nevados delTolimaSanta Isabel y el Ruiz y en marzo del 1944 pisó por primera vez la más alta de las cumbres del Nevado del Huila. Y siempre con sus botas de suela de cuero provistas de clavos de 10 centímetros, sus materiales para pintar y la cámara Rolleiflex con la que inmortalizó paisajes misteriosos y desconocidos. Porque Krauss, además de montañero y alpinista, fue todo un artista que nos regaló algunas de las imágenes más bellas de los nevados de este país, muchos de ellos hoy tristemente desaparecidos. Dicen que a finales de los sesenta dejó la montaña por una enfermedad en sus ojos pero su hijo me contó que decidió no volver a ella después de estar varios días perdido en la Sierra Nevada mientras su mujer permanecía sola, embarazada y más que preocupada en Bogotá. Su nieto, que vive en Alemania y ha heredado su afición, seguirá subiendo picos por él. 

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Nazareth, la monja y el vino de naranja

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Nazareth Colombia de una

Todo empezó con un libro, Los secretos de la Virgen de Guadalupede J.J. Benítez; “Te dejo este regalo, sé que te va a servir” le dijo su tía monja, después de una discusión teológica-religiosa-filosófica y en la que no llegaron a entenderse porque Nazareth, a sus 8 años, ya tenía las cosas muy pero que muy claras. Y claro que le sirvió cuando veinte años después abrió el libro y encontró una nota. Pero empecemos la historia por el principio. 

Hasta los 27 años, Nazareth vivió encerrada en casa, atrapada en su artrogriposis múltiple congénita, sus miedos y temores y los excesivos cuidados de su familia. Sólo era feliz cuando visitaba el mundo mágicoesotéricolibre y lleno de flores y plantas medicinales de su abuela Carmen con quien, por cierto, un buen día, y como por arte de magia, dio sus primeros pasos cuando tenía 6 años y eso que nadie apostaba porque pudiera llegar a andar. Nazareth quería conocer el mundoestudiar y dejar de “ocultar lo inocultable” así que un buen día, y aprovechando que su madre había ido a pasar unos días con un familiar, agarró una maleta70.000 pesos, se escapó de casa y se plantó en Nocaima -un pueblo del departamento de Cundinamarca a unas dos horas de Bogotá donde la he conocido este fin de semana-, alquiló una habitación y empezó una nueva vida¿Qué hubiera sido de ti si te hubieras quedado con tu familia? Estaría muerta -me asegura convencida-, las personas con mi enfermedad fallecen a los 5 años. ¿Y qué te mantiene viva?, le pregunto: mis ganas de vivir y que ya no le tengo temor a nada, bueno, a casi nada.

Al principio todo fue difícil, muy difícil, para Nazareth pero ella es una mujer muy fuerte, consiguió salir adelante y montar un vivero que funcionó bien una temporada pero que al final tuvo que cerrar. Y fue entonces, una noche, rendida y triste ante este fracaso profesional y decidida a tirar la toalla cuando se acordó del libro que le había regalado su tía monja, lo abrió y encontró entre sus páginas una antiquísima receta, la del vino de naranja que desde hace años se fabrica por esas tierras.Tenía las indicaciones para prepararlo, sobraban las ganas y el tesón así que Nazareth montó una fábrica de este exquisito vino, con naranjas 100% ecológicas, la tecnología necesaria y cumpliendo todos los requisitos higiénico-sanitarios lejos del modo artesanal de antaño, que durante unos años funcionó de maravilla hasta que un buen día un vendaval se llevo todas las instalaciones por delante, dejándola sólo con el recuerdo de 200 botellas que guarda en su casa como oro en paño.

Nazareth sueña con volver a poner la fábrica en marcha pero necesita inversoresOjalá alguno de vosotros esté interesado o tenga algún contacto; aceptamos felices todas las propuestas. Podéis contactarnos en toya67@hotmail.es. Mientras tanto ella seguirá luchando en Nocaima para que los discapacitados reciban las ayudas necesarias.

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Bonbunéate con Bon Bon Bum

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Bon Bon Bum

Los hay de muchos sabores y colores pero yo me quedo con el rojo, el de toda la vida, con sabor a fresa y que parece primo hermano de los Chupa Chups Kojak que compraba a kilos de pequeña en España en la tiendita de al lado de mi casa y con los que era más feliz que una perdiz pintándome los labios al más puro estilo de una estrella del rock. Aquí en Colombiaeste delicioso bombón relleno también de chicle se llama Bon Bon Bum y es toda una institución, tanto que estoy convencida que no existe colombiana o colombiano que no se haya comido por lo menos uno en su vida. ¿Me equivoco?

 Horas y horas te puedes pasar chupando este colombianísimo y delicioso bombón hasta dar con el chicle que lleva dentro y que, por cierto, hace las pompas -bombas como las llaman aquí- más grandes que he visto en mi vida. Me contaba ayer Ángela en mi página de Facebook que cuando estaba en el colegio compraba un Bon Bon Bum  bien temprano por la mañana, en el primer descanso lo destapaba y cuando terminaba lo volvía a guardar; en el segundo descanso, igual y así durante todo el día; sólo era capaz de acabarlo en el bus de camino a casa. Sí, sí es verdad, doy fe de que dura una eternidad. Giovanni hacía concursos con sus compañeros de colegio para ver quién era capaz de acabarlo primero sólo chupándolo, sin moderlo; Hernán dice que con un Bon Bon Bum dio su primer e inolvidable beso. Mi amiga Martica los sigue mojando en agua para reblandecerlos y luego beberse el rojizo líquido. Historias para dar y tomar.

Y yo me pregunto: ¿Quién le iba a decir al empresario vallecaucano Don Hernando Caicedo que Colombina, su pequeña empresa fundada en 1928, iba a convertirse décadas después en líder del sector de alimentos del país, que sus caramelos se venderían en 44 países y que el Bon Bon Bum, que comenzaron a fabricar en 1970 después de un viaje a Europa, revolucionaría el mercado de dulces en Colombia, triplicaría las ventas de la empresa en tan sólo un año y se convertiría en el bombón preferido de todo el país?  Seguro que ni se le pasó por la cabeza.

¿Y tú? ¿Qué recuerdos tienes del Bon Bon Bum? Yo llevo poco tiempo aquí pero me he comido tantos que ya los estoy recopilando. 

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“Relicarios” una obra de dolor, duelo y memoria.

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¿Libres para qué?  

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Dosis personalidadCada vez que pienso y escribo sobre el problema de las drogas en Colombia, se me viene a la cabeza esa pregunta desafiante pero profética que le hizo Marina Escobar, hermana de Pablo Escobar, a una periodista el día del entierro del capo: “¿Usted cree que el tráfico de drogas y el narcoterrismo... Ver post completo.

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